sábado, 26 de julio de 2008

Un año....

Y sobreviví, pese a mis pesimistas pronósticos... Porque una vez dije que no hay mal que dure cien años ni idiota que lo resista, y yo no soy tan idiota para pasarme la vida llorando, al menos no nuevamente, eso hace rato que ya no va conmigo.
Hay días en que sin duda te extraño y me haces falta, pero ya no es como antes. Hoy sólo extraño al amigo, al confidente, a la persona que me dio los consejos más duros en la vida, pero que me ayudaron a ser mejor. Hace rato que ya no te quiero como antes, pero eso no significa que sigas siendo parte de mi historia... Te quiero en una forma completamente diferente a como siempre te quise, quizás en la forma en que siempre debí hacerlo. Porque eras mi mejor amigo y hoy es eso lo que quiero de regreso, en un momento en que quisiera compartir mis miedos y mi felicidad con todos quienes son parte importante de mi vida, y tú, en esta particular manera, lo eres.
Por eso hace rato sólo te deseo lo mejor, aunque ignore en qué estás.


domingo, 13 de julio de 2008

Domingo en casa

Son las 11:25 am y estoy levantada, limpiando la casa, lavando ropa y pensando en mi menú de la semana. La verdad es que haber estado tan resfriada por dos semanas le pasó la cuenta a mis hábitos de aseo hogareños porque hoy me encuentro literalmente sumergida en la inmundicia, y así no hay ser humano que resista.
Partí por la cocina, este templo del placer propio... Jamás había tenido un amor así por cocina alguna. Será que las casas modernas tienen esa cosa tan chica que llaman cocina y que son incapaces de inspirar amor? La cocina de esta casa antigua me sedujo, partiendo por la posibilidad de tener una mesa acá y, por supuesto, por esta enorme cocina magallánica a gas que calienta en pocos minutos y que, además, me ha permitido cocinar a gusto. Pero veo con horror que necesita una limpieza también, y creo recordar el dolor de brazos que causa pasarle una virutilla encima a este armatoste, pero vale la pena el esfuerzo.
Mientras tanto tengo la ropa remojando (no tengo lavadora, y ya ni sé si quiero comprarla), me gusta esto de volver a la rusticidad y vivir lo que debí vivir si me hubiera ido a estudiar a la universidad fuera de Punta Arenas.
Más tarde será el turno del baño, el living, el comedor y finalmente culminaré con el templo al desorden... mi dormitorio, porque no hay caso, por más que intento ser ordenada, algo pasa y termino los domingos planchando la ropa limpia que ya estaba planchada pero que, por algún desconocido motivo, terminó nuevamente arrugada sobre el pequeño sillón que tengo allá.
Esto no es justo, debería existir una ley contra el desorden crónico, haber si así se me quita...

sábado, 12 de julio de 2008

Mi cama y yo

Por dios que me cuesta compartir mi cama... sea grande o chica, me cuesta sentirme cómoda con alguien al lado, y esa siempre ha sido una prueba de fuego en mis relaciones. Omar, y pese a los años que pasamos juntos, me hacía sentir incómoda, jamás pude acostumbrarme a dormir con él, razón por la que sólo pasamos 2 o 3 noches completas juntos. Y Claudio S. fue el único con quien podía dormir incluso en una cama de una plaza, que era la que tenía durante mi vida en Santiago, y con quien no me sentí incómoda, pese a que era inevitable que cada noche compartida en ese minúsculo espacio me dejara con al menos 3 o 4 sospechosos moretones en distintas partes del cuerpo.

Una de las últimas veces que compartí con alguien una cama fue con él, aunque esa vez se trataba de una de dos plazas, en un hotel de Viña del Mar, durante el verano de 2007, cuando decidimos escaparnos aunque sea unos días del agobiante trabajo de ambos. Evidentemente eso no fue suficiente. Y hace poco debí compartir mi cama con mi amigo Max, y volví a sentir esa necesidad de echarlo o bien de arrancar de ahí. O sea, hello, me ahogo!! Porque por más que no
haya sexo, me asfixia que intenten ocupar mi lado de la cama.


Por eso, hoy sólo comparto mi cama con mi eterno enamorado, Snoopy, quien mientras escribo estas líneas duerme plácidamente a mi lado. Me gusta porque no ronca, no se mueve compulsivamente durante la noche, no me quita las sábanas, no intenta acaparar la cama sólo para él y respeta que algunas noches me acueste con dolor de cabeza. Tampoco reclama porque fume acostada ni alega por mis nuevos y curiosos horarios de sueño.


Y eso es lo que más me asusta de lo que pueda pasar en septiembre. Mi susto no es que esto no resulte, sino que otra vez no sea capaz de compartir mi cama con nadie (pero presiento que no será así) ¿Por qué siempre hay uno dentro de la pareja que se caga de frío mientras el otro se recaga de calor? y por dios que es difícil compatibilizar una relación cuando los dos tienen diferentes temperaturas corporales (¿no sería una buena idea tomarse un test de compatibilidad de temperatura antes de casarse? Estoy segura que esta simple medida evitaría un gran número de separaciones)

Mis padres II

... Y como yo siempre he sido la que encabeza los desfiles con bombos, platillos, challas y serpentinas, decidí hacerme notar desde el primer momento e imponer mi voluntad sobre mi mamá. Ella odia la Fanta Naranja y los plátanos, y yo la obligué a comerlos durante todo el embarazo y la tuve a mal traer los días previos al 27 de marzo (fecha en que el médico decidió que yo debería venir al mundo vía cesárea), pero como tampoco me gusta que decidan por mí, se me ocurrió que un día sábado 21 de marzo de 1981, a las 10:45 am, era más adecuado.

La Mami Susy, mi abuela paterna, solía contarme que un par de días antes de su cumpleaños, específicamente un 23 de marzo recibió un telegrama desde Chile (ella vivió los últimos 40 años de su vida en Bahía Blanca, Argentina) con un escueto mensaje de su hijo, de quien no sabía hace años, y que sólamente decía "nació Patricia Alejandra". Obviamente lo primero que pensó esta primeriza abuela fue "y quién carajo es Patricia Alejandra??" y decidió averiguar. Allí supo del matrimonio de su hijo y de que, de golpe, la habían bajado del pedestal de mujer para convertirla en abuela. Y organizó sus cosas para ir de regreso a esa ciudad de la que había escapado hace tantos años para ir a conocer a su nuera y a esa nieta que no heredó los ojos verdes suyos ni de papá, y aún menos los ojos celestes del abuelo Charles.

No profundizaré mucho más en lo de la Granny Susy, ella para mí es una completa historia aparte. Así que continuaré con mis viejos. Así, con esta niña malcriada, ellos continuaron su historia. Pasaron juntos momentos realmente difíciles, se amaron y se odiaron, estuvieron separados un tiempo por una infidelidad de mi padre, se gritaron, se abrazaron y se reconciliaron. Mi madre soportó estoica los duros momentos de tener un marido alcohólico, pero siguió con él, apoyándolo, y estoy segura que ella es la verdadera razón por la que mi papá accedió a someterse a un tratamiento, porque el día que él decidió que estaba enfermo y necesitaba ayuda, me abrazó fuerte y me dijo que sólo había dos cosas que él amaba en la vida; yo y mi mamá, pero cuando habló de ella se le llenaron los ojos de lágrimas.

Y hoy, después de 28 años, siguen juntos, peleándose, pero queriéndose y acompañándose. Hoy la vida (o yo) decidió que debían comenzar a reconocerse como pareja sin hijos, y creo que les va bastante bien. Los días que mi mamá no tiene turno en el hospital, van juntos al gimnasio. De vez en cuando se escapan a Puerto Natales, Río Gallegos o Santiago juntos y ya dudo que mi madre cumpla sus amenazas de dejarlo tirado luego de cada pelea, porque han soportado tanto juntos que estoy segura que son de esas parejas imposibles de separar.

Y acá, para mí, dejo la canción que mi padre le dedicó alguna vez a mi madre, y que vi tocar y cantarle con esos ojos verdes llenos de lágrimas y que a mi me emociona hasta morir, porque por dios que es difícil emocionar a este chileno - británico que vivió casi la mitad de su vida en Argentina.

viernes, 11 de julio de 2008

Mis padres



A mí me gusta la historia de mis padres. Se conocieron allá por 1979 en "Los Brujos Discoteque" (lugar que también conocí, que rancio!!) ya que ambos eran amigos de la hija de los dueños. Ella ejerció las presiones suficientes para que mis padres se emparejaran, y poco le importó que mi papá ya salía con otra mujer. Porfiadamente se encargó que el hombre de los ojos verdes se quedara con la pequeña morena.
Dicen las malas lenguas (de toda la historia me enteré por otras personas, ninguno de los involucrados ha querido contarla con detalle) que cuando mi madre se enteró que mi padre ya tenía polola, tomó su auto y se fue, pero el galán, en un par de segundos, decidió que ella era la mujer de su vida y partió tras ella. A los 3 meses ya vivían juntos, y 5 meses después decidieron casarse porque, como le gusta recalcar a mi madre, en ese tiempo no era bien visto que una pareja viviera bajo el mismo techo sin haberse puesto la soga al cuello. Así las cosas, estaba previsto un doble matrimonio para el día 26 de diciembre, pero debo suponer que las respectivas despedidas de solteros estuvieron bastante buenas porque al menos esta flamante pareja se quedó dormida y jamás llegó al Registro Civil, pero como el escape no era opción, la testigo (a.k.a. Tía Iris, hermana de la novia) movió sus contactos y logró que, excepcionalmente, un juez accediera a casarlos un día 01 de Enero, allá por el año 1980, así se aprovechaba la reunión familiar para celebrar a la pareja, al tiempo que celebraban la llegada de un nuevo año (tradición que esta familia mantiene hasta hoy)
La pareja continuó viviendo en una pequeña casa interior en calle Mardones, con la compañía de Pelusa (una perra peluda que mi padre le regaló a su novia y que le robó a su abuela, sin que ésta nunca se diera cuenta que se trataba del mismo can) y sospecho que a mi madre la comenzó a apremiar la edad porque desde el principio comenzaron los intentos por ser padres. Por ella supe que debió someterse a un tratamiento, y que el día que debía llegar su menstruación se dio cuenta de que estaba embarazada porque en cuanto se levantó y prendió su usual cigarro del desayuno, debió apagarlo porque le dio asco. Así llegó donde su médico, quien le tomó un examen que resultó positivo... Yo ya había decidido venir al mundo... y a lo grande...
(continuará)

sábado, 5 de julio de 2008

Erase una vez... Jack Salón de Eventos



Corría el año 1995 y yo tenía tiernos 14 años cuando, por primera vez, visité una discoteque. Pese a que mis padres eran bastante permisivos, jamás me habían dejado ir a una, y esa vez, excepcionalmente, me permitieron salir. ¿El lugar elegido? Por supuesto que fue Jack Salón de Eventos (R.I.P.), no recuerdo muy bien con quién fui, ni nada de eso, sólo recuerdo la sensación de vértigo ante las luces, la música, el olor a tabaco y maravillada veía a toda esa gente bailando en una pista minúscula. Desde esa noche me volví una adicta a las discoteques, y podía dejar mi pose grunge los viernes y sábado por la noche para apoderarme de ese personaje teenager que usaba polera con tiritas y que fumaba John Player Special (cajetilla negra) y no bebía alcohol porque, indudablemente, a las 04 am debía estar lista esperando fuera de la discoteque a que mamá o papá la fueran a buscar para llevarla, cual Cenicienta, de regreso a casa, rutina que sólo cambiaba cuando era el papá de alguna otra amiga quien nos iba a buscar.

En Jack Salón de Eventos pasé momentos memorables, eso sin duda. Cómo olvidarme de ese 01 de enero de 1996 cuando conocí a Hernán... Los bailes arriba del parlante... Los tóxicos dragón verde (vodka, menta y mucho hielo frappé)... Los free pass y mis contactos para entrar gratis cada fin de semana... Las filas en el túnel... Los sillones del segundo piso... Catalina y yo encontrándonos cada vez que sonaba "Abarajame" de Illya Kuriaky & The Valderramas... La época "Adrenalina" y la ropa color calipso, naranjo, amarillo o verde... Todas creyéndonos las reinas de la noche y jurando que, a pesar de nuestros 14 o 15 años, engañábamos a la gente con ser mayores de 18...

Al menos a los 15 años mis padres comenzaron a ahorrarme la vergüenza de ir a buscarme hasta la discoteque, y permitían que Leonardo o Hernán me fueran a dejar a la casa, cosa que aún no termino de agradecer porque qué habría sido de mí si me hubieran estado esperando afuera a las 07 u 08 de la mañana, cuando el sol ya estaba alto.

Por ahora mantengo en mi laptop la colección de canciones que me hacen recordar esos viejos tiempos, en que todo parecía tan fácil y donde hasta podía convencerme a mí misma de ser la reina de la noche mientras bailaba "El Baile de la Botella"... Como diría Tito Fernandez; qué lindo haber sido dueño de tan tremenda inocencia...

Y como mi vida es un soundtrack, acá va la música con la que partía cada noche loca en "Jack Salón de Eventos" y que, quiéralo o no, aún me hace recordar a mi primer amor.

 
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