domingo, 13 de julio de 2008

Domingo en casa

Son las 11:25 am y estoy levantada, limpiando la casa, lavando ropa y pensando en mi menú de la semana. La verdad es que haber estado tan resfriada por dos semanas le pasó la cuenta a mis hábitos de aseo hogareños porque hoy me encuentro literalmente sumergida en la inmundicia, y así no hay ser humano que resista.
Partí por la cocina, este templo del placer propio... Jamás había tenido un amor así por cocina alguna. Será que las casas modernas tienen esa cosa tan chica que llaman cocina y que son incapaces de inspirar amor? La cocina de esta casa antigua me sedujo, partiendo por la posibilidad de tener una mesa acá y, por supuesto, por esta enorme cocina magallánica a gas que calienta en pocos minutos y que, además, me ha permitido cocinar a gusto. Pero veo con horror que necesita una limpieza también, y creo recordar el dolor de brazos que causa pasarle una virutilla encima a este armatoste, pero vale la pena el esfuerzo.
Mientras tanto tengo la ropa remojando (no tengo lavadora, y ya ni sé si quiero comprarla), me gusta esto de volver a la rusticidad y vivir lo que debí vivir si me hubiera ido a estudiar a la universidad fuera de Punta Arenas.
Más tarde será el turno del baño, el living, el comedor y finalmente culminaré con el templo al desorden... mi dormitorio, porque no hay caso, por más que intento ser ordenada, algo pasa y termino los domingos planchando la ropa limpia que ya estaba planchada pero que, por algún desconocido motivo, terminó nuevamente arrugada sobre el pequeño sillón que tengo allá.
Esto no es justo, debería existir una ley contra el desorden crónico, haber si así se me quita...

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