sábado, 12 de julio de 2008

Mis padres II

... Y como yo siempre he sido la que encabeza los desfiles con bombos, platillos, challas y serpentinas, decidí hacerme notar desde el primer momento e imponer mi voluntad sobre mi mamá. Ella odia la Fanta Naranja y los plátanos, y yo la obligué a comerlos durante todo el embarazo y la tuve a mal traer los días previos al 27 de marzo (fecha en que el médico decidió que yo debería venir al mundo vía cesárea), pero como tampoco me gusta que decidan por mí, se me ocurrió que un día sábado 21 de marzo de 1981, a las 10:45 am, era más adecuado.

La Mami Susy, mi abuela paterna, solía contarme que un par de días antes de su cumpleaños, específicamente un 23 de marzo recibió un telegrama desde Chile (ella vivió los últimos 40 años de su vida en Bahía Blanca, Argentina) con un escueto mensaje de su hijo, de quien no sabía hace años, y que sólamente decía "nació Patricia Alejandra". Obviamente lo primero que pensó esta primeriza abuela fue "y quién carajo es Patricia Alejandra??" y decidió averiguar. Allí supo del matrimonio de su hijo y de que, de golpe, la habían bajado del pedestal de mujer para convertirla en abuela. Y organizó sus cosas para ir de regreso a esa ciudad de la que había escapado hace tantos años para ir a conocer a su nuera y a esa nieta que no heredó los ojos verdes suyos ni de papá, y aún menos los ojos celestes del abuelo Charles.

No profundizaré mucho más en lo de la Granny Susy, ella para mí es una completa historia aparte. Así que continuaré con mis viejos. Así, con esta niña malcriada, ellos continuaron su historia. Pasaron juntos momentos realmente difíciles, se amaron y se odiaron, estuvieron separados un tiempo por una infidelidad de mi padre, se gritaron, se abrazaron y se reconciliaron. Mi madre soportó estoica los duros momentos de tener un marido alcohólico, pero siguió con él, apoyándolo, y estoy segura que ella es la verdadera razón por la que mi papá accedió a someterse a un tratamiento, porque el día que él decidió que estaba enfermo y necesitaba ayuda, me abrazó fuerte y me dijo que sólo había dos cosas que él amaba en la vida; yo y mi mamá, pero cuando habló de ella se le llenaron los ojos de lágrimas.

Y hoy, después de 28 años, siguen juntos, peleándose, pero queriéndose y acompañándose. Hoy la vida (o yo) decidió que debían comenzar a reconocerse como pareja sin hijos, y creo que les va bastante bien. Los días que mi mamá no tiene turno en el hospital, van juntos al gimnasio. De vez en cuando se escapan a Puerto Natales, Río Gallegos o Santiago juntos y ya dudo que mi madre cumpla sus amenazas de dejarlo tirado luego de cada pelea, porque han soportado tanto juntos que estoy segura que son de esas parejas imposibles de separar.

Y acá, para mí, dejo la canción que mi padre le dedicó alguna vez a mi madre, y que vi tocar y cantarle con esos ojos verdes llenos de lágrimas y que a mi me emociona hasta morir, porque por dios que es difícil emocionar a este chileno - británico que vivió casi la mitad de su vida en Argentina.

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