viernes, 22 de mayo de 2009

Mis clases de canto

Como recién le estoy tomando el ritmo a esto de los dos trabajos, se me hace un poco difícil dejar los viejos hábitos. Me había acostumbrado a acostarme a altas horas de la madrugada, y luego de un par de tragos varias veces a la semana, total, al día siguiente podía dormir hasta que me cansara o la resaca mejorara. El culpable de todo era Luis, alguien que se ha convertido en una especie de mejor amigo, incluso superando las barreras de la edad y con quien acostumbro a juntarme, una vez terminadas las clases en la U, a mejorar el mundo y escuchar buen ron, en compañía de unas infaltables galletas y un buen ron añejo que compra en cantidades descomunales.
El lunes no fue la excepción, cuando me dijo que estaba junto a otros amigos, no dudé en volar hacia allá, pese a que el martes debía estar lúcida a las 08 en la oficina. Por supuesto, concluido el Happy Hour, nos refugiamos en la casa de Sofa y su pareja, un amante del arte y la música con quien congeniamos demasiado bien. Debió ser producto del alcohol, de las promesas de una paella valenciana que prepararíamos con mi primo Cochelo este fin de semana, y de los cds extrellas que acarreo siempre en el auto, pero derivamos en la música, área que siempre me ha gustado pero donde jamás (salvo mis presentaciones en café concert de la infancia y karaokes capitalinos) me he atrevido a incursionar.
Entre mis sueños infantiles, además de querer ser astronauta, millonaria excéntrica, monja de claustro y actriz internacional, siempre quise ser artista musical. Me esforcé mucho aprendiendo a tocar algún isntrumento, con resultados más bien magros, lo único que me venía mejor era el teclado y lo dejé por falta de constancia, así como dejo todo en la vida. Pero de ahí a cantar había un abismo de diferencia. La primera sugerencia vino por parte de C. - allá por los años - cuando, cantando en el auto de su padre, y luego que nuestra amiga Pamela anunciara que se había inscrito en la academia de canto de Luchito Jara, me dijo "pero si tú tienes mucho más potencial que ella cantando, eres afinada". Y bien, el lunes me encontré - en medio de la borrachera - cantando como en los mejores tiempos, cuando la pareja de Sofa me pide que le cante una canción en particular. Sin pudor, me lancé a cantar, y, una vez concluidos mis aullidos, el experto en arte se pronunció sobre mis talentos... "eres afinada, tienes un tono de voz especial, pero te falta educar la voz, si quieres puedo enseñarte". Y yo, de ebria, me compré el cuento de poder ser la Amy Winehouse chilena, y ya me imaginaba en las giras que consolidarían mi carrera...
Y aún sigo con dolor de estómago, tratando de sacar la voz...

3 mortales ociosos han comentado:

Leslie Miranda dijo...

uff, yo tampoco le apliqué nunca a algún instrumento, flojonaza salí, pero siempre esta el sueño ah! como de ser "estrella" de la música, jaja

y es cierto eso de la constancia, y ahi cagamos los inquietos y distraídos.

un abrazo.

Anaís Sandiego dijo...

Supongo que todas tenemos el sueño de descubrirnos algún talento artístico... Y cuando nos damos cuenta de que las horas frente al karaoke y las caricias que le damos a la guitarra no están causando un buen efecto, en vez de perseverar, buscamos otra cosa, más práctica, con la excusa de que da más lucas.

Abrazos.

Anaís S.

kanki dijo...

Más que el tema central del post, estó reavivó la curiosidad que me había dado un post anterior con tanta gente que no cacho... quiénes son Luis, Sofa, George? De dónde salieron? A qué dedican el tiempo libre? Estoy intrigada.

 
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