sábado, 16 de mayo de 2009

Amistades peligrosas

M. y yo hemos sido amigos por 12 años, 12 largos años que parecen toda una vida y en que hemos compartido buenos momentos. Sé cómo nos conocimos, pero no recuerdo cómo llegamos a conversar por primera vez, y menos en qué momento nos volvimos inseparables. Debo decir que probablemente influyó el hecho de que lo encontraba guapo - quizás un poco flaco, pero guapo - y que nunca estaba soltero - mi gusto por lo prohibido -

Sólo sé que le he conocido muchas parejas, de las cuales con sólo 2 ó 3 tuve una relación civilizada. Siempre recordamos cómo mi amistad con J. terminó porque ella insistía en que habíamos pasado una noche juntos o la vez en que su actual pareja quiso matarme por unas fotos que alguien le filtró y en que aparecemos sentados abrazados y él sin su anillo.

M. ya no vive en Punta Arenas, por trabajo ha estado fuera dos años, aunque estuvo 3 meses de vacaciones en casa de su mamá. La novia no dejó que nos juntáramos mucho, pero aún así pudimos vernos un par de veces, siempre a escondidas, y sintiéndome la amante que no soy. Pero es normal con él, siempre me he sentido de esa manera porque sé que compartimos una relación que nunca tendremos con otra persona.

Cuando un día le pedí que dijera los mejores momentos que hemos pasado me respondió "son hartas historias querida amiguita, más que las de mi vida jejejejeje... Como decías, las juntas esotericas del anillo... los guitarreos cantando Janis Joplin... las borracheras + borracheras. Y con esto sí que te humillo.. cuando tomábamos en la calle cerca de la casa de la nena un rico PISCO CARMEN DEL HUASCO. Bueno, eso es lo que puedo contar en público de ella, lo otro me lo guardo para nuestra amistad.. muchos besitos a la distancia y gracias por todos los bellos momentos de infancia"
Nota: Durante años reprimí el recuerdo del Pisco Carmen del Huasco, un brebaje indigno que por 1997 valía $700 y que debías beber puro porque con bebida era aún más asqueroso.

Ayer recordamos más. Mi madre siempre lo ha querido mucho y cuando viajaban fuera de la ciudad, M. era el llamado a cuidarme en casa. Siempre respetamos que ése era el techo de mis padres y jamás pasó nada entre nosotros, tratamos de cuidar esta amistad al máximo, porque sabíamos que podríamos arruinarla. Y ya más grandes y maduros, cuando nos vimos en la disyuntiva, decidimos que era algo que podríamos manejar. Creo que no nos equivocamos, la amistad se ha mantenido en pie porque, como dijimos ayer, en el fondo sabemos que somos tal para cual, esperamos precisamente lo mismo de la vida y eso, mi querido amigo, es lo que nos hace inseparables...

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