jueves, 2 de diciembre de 2010

La mano

A veces no sé cómo explicarte que necesito salir corriendo, que debo escapar pero no de ti, sino de mí misma, de los fantasmas que aún me torturan en las noches y se introducen a mis sueños, que aparecen en las mañanas cuando despierto y cuchichean a mi lado en las tardes.

En la última escapada, mientras soñaba con ellos, me despertó tu llamado. A lo lejos oí tu voz susurrando que nunca volviera a dejarte solo, y a duras penas balbuceé que no era mi intención.

Ayer, cuando volvimos a encontrarnos y tu mano tomó la mía, esta vez concientemente, pero en silencio, te prometí no volver a hacerlo.

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