martes, 9 de marzo de 2010

Cambio de rumbo

Por fin hoy tengo el tema un poco más claro.

Como algunos saben, estaba trabajando en un Ministerio. No me voy a hacer la tonta como otros hacen, mi cargo es claramente político y mi compromiso, para quienes me conocen, siempre ha sido con la izquierda.
Milito en un partido político que es parte de la Concertación de Partidos por la Democracia y, pese a las críticas que se le pueda hacer, sigo sosteniendo que ha sido una coalición que le ha dado gobernabilidad a un país fraccionado por las heridas que dejó la dictadura militar. Se cometieron errores, sería de ciego no aceptarlo, pero para mí como trabajadora social, ha sido un orgullo trabajar precisamente en el gobierno de la primera mujer presidenta, que impulsó las más grandes transformaciones en la historia de las políticas sociales de este país.

La pasada elección presidencial la perdimos, y como le digo a muchos, en buena fe. Simplemente mi coalición no logró comprender que Chile había cambiado y menos supo leer qué significaba ese cambio y mucho menos cómo representarlo. Eso significa que este jueves, todos quienes tenemos algún cargo de confianza o responsabilidad política debemos entregar dignamente el cargo a las nuevas autoridades designadas por el Presidente democráticamente electo.

Yo podría hacerme la loca, quedarme un tiempo hasta que la nueva autoridad se de cuenta que puede pedirme la renuncia con 30 días de anticipación y así hacerme un sueldo completo sin el más mínimo esfuerzo, pero no me parece ético. Un amigo mío, ex embajador de Rumania y Bulgaria, funcionario de carrera, escribió hace un tiempo, justamente al presentar su renuncia, un artículo muy interesante que estos días me ha hecho mucho más sentido que cuando lo leí por primera vez. Afortunadamente mi región no se vio afectada por el terremoto, por lo que el nombramiento de las autoridades debería darse de manera normal, y aunque me escudara en que mi cargo es profesional, nunca podría sentirme cómoda defendiendo políticas públicas e ideales contrarios a mi pensamiento. Para eso mejor renuncio a mi partido y de frentón me enrolo en las filas de la Unión Demócrata Independiente.

Por eso el jueves podré decir tarea cumplida. Quedaron cosas por hacer, quizás avancemos, como puede que retrocedamos en las libertades ganadas durante estos 20 años, pero decidí irme con mi jefa, con la frente en alto y la conciencia tranquila, porque no habré de sufrir el juicio ciudadano condenatorio que le estará reservado a algunos que, con tal de asegurar el cheque a fin de mes, venderán alma y conciencia.

Como siempre dije, no soy una gana-pan.

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