Los conciertos y yo...

Si hay una cosa que me caracteriza, es la mala suerte para ir a conciertos. Primero por una cosa geográfica y económica, porque al valor de cualquier entrada siempre tengo que sumarle los, como mínimo, $120.000 que tengo que pagar por comerme una cajitain feliz en LAN. Y segundo, porque siempre ocurre algún imprevisto y me quedo, ticket en mano, sin posibilidad de ver al grupo en cuestión.

Corría el verano de 1998. Estaba en Santiago, envidiando a mis compañeros de curso que en un par de días irían al Estadio Nacional al primer concierto en Chile de U2, cuando mi amado primo me cuenta que me había conseguido una entrada, gracias a su pega en Radio Rock & Pop, pero por artista no me dejaron ir. 2 días antes se me ocurrió juntarme con unos amigos, bebimos más de la cuenta y no llegué a dormir a la casa. Cabe recordar, querido lector, que en esos tiempos los celulares no eran masivos y que mi madre demostró ser una maestra de los castigos. Para qué voy a recordar además el concierto del 2006 en que nuevamente me quedé con dos entradas (ganadas en una apuesta por los resultados del partido de Universidad de Chile vs Universidad Católica) y yo regresando a Punta Arenas antes de lo previsto.

Con Iron Maiden me pasó algo similar. Me había autoregalado, en mi cumpleaños, la entrada y el pasaje para el concierto del 2008, tenía todo listo y última hora me avisan que tenía que trabajar ese día, así que le cedí mi entrada a Ange. No puedo quejarme, este año, y también cerca de mi cumpleaño, me di el lujo de verlos en el Club Hípico. Conciertazo!! Y dicen que fue mucho mejor que el anterior.

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